La autoestima se podría definir como la valoración que hacemos de nosotros mismos y nosotras mismas. Esa valoración podrá oscilar entre positiva o negativa según los sentimientos, sensaciones y experiencias que tenemos sobre nosotros y nosotras a lo largo de nuestra vida. Cuando nos aceptamos y queremos la autoestima es positiva y esto nos aporta seguridad y confianza, lo contrario cuando es negativa ya que nos enfoca en el fracaso.

Una buena autoestima es, por tanto, un recurso para afrontar de forma satisfactoria todas las etapas de la vida y, quizá en la adolescencia, se convierte en una herramienta esencial para enfrentar los cambios propios de ese tránsito entre la niñez y la edad adulta.

La adolescencia es un periodo de crisis de identidad y de cambios. Cambios físicos, cambios cognitivos, cambios sociales y cambios emocionales. Cambios que, si son experimentados con un buen nivel de autoestima tendrán muchos beneficios para el individuo. Una autoestima saludable en la adolescencia facilitará el desarrollo cognitivo, el establecimiento de relaciones sanas y gratificantes, permitirá enfrentarse con eficacia a nuevos retos, realizar tareas de forma autónoma y con iniciativa, elegir un rumbo adecuado y acorde a valores, intereses y creencias,… Por el contrario, una baja autoestima mantenida en el tiempo puede derivar en inseguridad, confusión, necesidad constante de aprobación, incapacidad para expresar los propios sentimientos y necesidades, miedos, fobias, adicciones,…

En el desarrollo de la autoestima de los y las adolescentes, la familia y el estilo educativo de la misma juegan un papel, no decisivo pero sí, de mucho peso. Sin olvidar, que la gestión de la autoestima de las personas adultas de referencia es un modelo también para ellos y ellas. Por eso, es importante hacer una revisión interna tratando de trasmitirles un modelo de buentrato hacia nosotros mismos y nosotras mismas.

Estas son algunas de las claves para fomentar una buena autoestima en la adolescencia:

  • Expresar cariño y cariño de forma regular.
  • Cuidar el vínculo y adaptarlo para que la relación satisfaga a ambos.
  • Proporcionar un clima de confianza y seguridad en casa.
  • Trasmitir calma ante situaciones difíciles.
  • Establecer normas y límites claros, coherentes y ajustados al nivel de madurez.
  • Permitir su participación en las decisiones que les afecten directamente.
  • Reforzar y elogiar sus logros.
  • Fomentar la resolución de sus sus propios problemas y dificultades.
  • Ofrecer críticas constructivas.